Está en nuestras manos

 

"We can´t heal the world today,
but we can begin with a word of compassion,
a heart of love,
an act of kindness."
- Mary Davies

Ayer preguntaba en mi IG qué os gustaría que escribiera por aquí, ya que mi intención en este espacio no es otra que compartir herramientas que nos puedan servir para vivir nuestras vidas de la mejor manera posible. Salieron distintos temas, pero quizás el más recurrente fue cómo gestionar emociones difíciles, especialmente las que estamos sintiendo con la situación actual del mundo. Yo no soy experta, a mí también me cuesta, pero trato de encontrar fórmulas que me permitan seguir, porque la vida no se detiene.

Cuando una emoción "difícil" me invade, lo primero que trato de hacer es darle espacio y atención, porque si la rechazo o la evito, sé que se enquista, y vuelve con más fuerza. Dar espacio quiere decir transitar algo doloroso o incómodo, por eso es importante escoger un momento en el que nos sintamos preparados para hacerlo. Una vez te permites sentir ese dolor, esa tristeza, y dejas de contenerlos, hay algo que automáticamente empieza a transformar. A mí me ayuda tratar de ser amable conmigo, y con esas sensaciones o situaciones, aunque me cueste. Insistir una y otra vez en abrazar ese espacio, sin juzgarlo, sosteniéndolo y acompañándolo. El último paso, quizás el más complejo, es el de rodear de amor esa situación o a las personas involucradas en ella, sin importar el bando. Practicar la compasión (no la de la tradición judeo-cristiana que es una aproximación desde la pena) sino la que brota del amor profundo, la que nos hace temblar el corazón por el sufrimiento y movilizarnos para aliviarlo, es de las prácticas más transformadoras para viajar del dolor, hacia la paz y al amor, y compartirlo.

Mantener el corazón abierto no es fácil, pero es necesario si eso es lo que queremos ver en el mundo. No obstante pienso que hay dos pasos previos para lograrlo. El primero es aprender a amarnos a nosotros, de otra forma, será imposible que lo hagamos a otros.  El segundo, entender que somos una humanidad compartida, y que todo y todos estamos interconectados. Por eso cualquier gesto, por pequeño o insignificante que creamos que sea, puede tener un impacto. La rabia, la tristeza y y el odio, nos desconectan, nos separan y polarizan. No está en nuestras manos cambiar el pasado que tanto pesa en muchos conflictos, pero sí en cierta manera, el presente y el futuro. Y no tengo duda de que esos pasan por conectar con el amor que somos, sembrarlo, y mandarlo a todos los seres.

 
Zentro YogaComentario